FUENTE DE SANTA TERESA.
(Corbera 1987)
Era una tarde limpia,
celeste como el alba
donde fui caminando
perdida en la montaña.
El corazón cansado de
rígida a maestranza
por la ciudad impura
buscaba brisa cálida.
Caminaba en silencio
cargada de romanza
mi pecho era suspiro que
en la quietud callaba.
La tarde estaba pura,
primaveral y clara,
adormecida, silente,
ternura arrobada.
Yo andaba en desacuerdo
con las cosas del alma
rota en caminos agrios de
una inquietud cercana.
La paz de aquel momento se
me abrazó liviana
mimosa de sonidos ebrios
de lunas blancas.
Allí ningún ruido de
agresión me sonaba.
Todo era paz y silencio, el
pulmón respiraba
recodos del camino, hierva
tierna verde y blanda.
Se me enredó en los ojos
la tierra que pisaba
como una alfombra hecha de
brisa perfumada.
Me invadía una ternura
sutil y arromanzada
de místicos ideales y
cálidas palabras
que el rumor de los trinos,
el murmullo en las aguas,
eran trémolos del aire como
de rosas cálidas…
¡Qué bello estaba todo en
aquella tarde clara!
El cielo era un espejo sobre
mi cara pálida.
¡Qué linda aquella fuente
de tierras catalanas…!
Y yo…
¡Qué cosa tan pequeña!
¡Qué alma tan cansada!